Bilingüismo y cooficialidad del catalán y el castellano en Cataluña: no es oro todo lo que reluce.

Agradezco, y en parte comparto, la defensa del bilingüismo y de la cooficialidad del catalán y el castellano en la futura República catalana. Agradezco en especial esta defensa cuando viene de los catalanohablantes, esos hablantes que han tenido que defender su lengua contra viento y marea, esos hablantes con los que tan poca consideración tenemos. Y no hablo sólo de la poca consideración de las instituciones del Estado español, sino también de la de muchos castellanohablantes que vivimos el dominio de nuestra lengua materna como un hecho natural e inocuo.

Estos días oigo y leo mucho sobre los peligros de optar por que el catalán sea la única lengua oficial de la República catalana. Pero yo como castellanohablante veo que los argumentos de la defensa de la cooficialidad de catalán y castellano también tienen peligros, y de éstos se habla poco. A mí me inquieta, ¡y mucho!, el peligro de:

  • Dar a entender que si no hay dos lenguas cooficiales no habrá bilingüismo. Me parece que es hacer trampa. Cualquiera que conozca mínimamente el uso social del castellano en Cataluña sabe perfectamente que no necesita para nada ser lengua oficial para mantener su presencia social y cultural.
  • Dar a entender que se genera un problema de convivencia social, como si la opción por el catalán como única lengua oficial tuviera como objetivo ir en contra de alguien, o excluir a aquellos que no lo tienen como lengua materna. Estoy convencida que el único objetivo que tiene la mayoría de la gente que defiende honestamente esta opción es defender el catalán como la lengua propia Cataluña, objetivo absolutamente legítimo. Usar el fantasma de la alteración de la convivencia social como excusa para no reconocer que lo que no se quiere es aceptar que el catalán es la lengua propia de una nación llamada Cataluña, me parece zafio e irresponsable.
  • Dar a entender que existe una situación de igualdad entre las dos lenguas y que el trato igual es de justicia. Cuando me parece que es una evidencia palmaria que la situación de ambas lenguas es bien desigual, y no hay nada más injusto que tratar igual cosas que son desiguales. Para mí este es el peligro que pone más de manifiesto la poca capacidad tenemos los hablantes de una lengua dominante para entender lo difícil que es para los hablantes de una lengua minoritaria vivir en su lengua. Esta incomprensión, este imaginario social que se empeña en hablar de las dos lenguas como equiparables, creo que es la coartada perfecta para no reconocer la inferioridad de condiciones en que se encuentra, todavía hoy, el catalán. Y de ahí a considerar que el catalán no necesita políticas de promoción de su aprendizaje y su uso hay sólo un paso. Un paso que pondría en peligro su supervivencia.

Si los castellanohablantes hiciéramos un poco de reflexión autocrítica, de esa misma que tantas veces le pedimos a los catalanohablantes, quizá seríamos capaces de ser un poco más generosos y apostaríamos por ayudar a nuestros conciudadanos que quieren vivir en su lengua materna, el catalán, a defender su derecho a hacerlo.

Sólo hace unos años que hablo catalán y hasta que no lo he hablado como lengua habitual no me he dado cuenta de lo difícil que es vivir en catalán en Cataluña. ¡Haced la prueba! Yo todavía no he conseguido vivir 24 horas sólo en catalán. Sin embargo cuando solo hablaba castellano, me era muy fácil pasar 24 horas sin usar el catalán.

Si en el proceso constituyente, cuando hagamos el debate sobre cuál será la lengua o lenguas oficiales de Cataluña, llegamos a la conclusión de que la mejor manera de preservar la supervivencia del catalán y  de consolidarlo como la lengua propia de Cataluña es que sea la única lengua oficial. ¿No seremos capaces los ciudadanos castellanohablantes de Cataluña de apoyar esta opción? Yo creo que sí, y que no nos costará demasiado, porque ¡seamos honestos! no nos jugamos nada, no hay peligro de que nuestra lengua materna desaparezca de este país. El castellano no estará amenazado porque seguirá siendo una lengua dominante; y porque un pueblo que ha tenido que defender su lengua en condiciones difíciles no usará su Estado para ir en contra de ninguna lengua, ¡seguro!

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